"Le debo la ternura", de Víctor Pascual (hijo)

Le debo la ternura,
Le debo el amor,
Le debo la cordura,
Le debo la pasión y la comprensión.
Incluso le debo mi estatura.

Le debo mis dos hermanas
Que son dos luces en la oscuridad.

Le debo mis ojos.
Le debo mil tardes de pintura y charla en el campo.
Le debo mil paisajes,
Y mil playas,
Y mil atardeceres.
Y le debo, desde luego, muchos más de mil consejos.
Ni viviendo varias vidas podría devolverle todo esto.
Ni siquiera la mitad.

Por eso, Padre, intentaré,
Como sé que tú querrías
Y como buenamente pueda,
Traspasárselo a mi hija
A tu nieta.
Yo sé que me lo diste para eso.

Gracias Padre,
Compañero, Amigo.
Gracias por darme tanto
Sin pedirme nada.

El mar, de Pablo Neruda

NECESITO del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navíos.
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.
No son sólo las conchas trituradas
como si algún planeta tembloroso
participara paulatina muerte,
no, del fragmento reconstruyo el día,
de una racha de sal la estalactita
y de una cucharada el dios inmenso.

Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,
incesante viento, agua y arena.

Parece poco para el hombre joven
que aquí llegó a vivir con sus incendios,
y sin embargo el pulso que subía
y bajaba a su abismo,
el frío del azul que crepitaba,
el desmoronamiento de la estrella,
el tierno desplegarse de la ola
despilfarrando nieve con la espuma,
el poder quieto, allí, determinado
como un trono de piedra en lo profundo,
substituyó el recinto en que crecían
tristeza terca, amontonando olvido,
y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento.

Decidme cómo es un árbol, de Marcos Ana


Decidme cómo es un árbol.
Decidme el canto de un río,
cuando se cubre de pájaros.
Habladme del mar. Habladme
del olor ancho del campo.
De las estrellas. Del aire.
Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves
como la choza de un pobre.
Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor: no lo recuerdo.
¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?
¿O sólo queda esta fosa,
la luz de una sepultura
y la canción de mis losas?
Veintidós años… ya olvido
la dimensión de las cosas,
su color, su aroma…
Escribo a tientas: “el mar”, “el campo”…
Digo “bosque” y he perdido
la geometría de un árbol.
Hablo por hablar de asuntos
que los años me borraron.
(No puedo seguir: escucho
los pasos del funcionario).

Sangre roja, de Víctor Pascual (hijo)


Sangre roja
Corre por mis venas
                  arterias, corazón.
Roja como las flores rojas
                           amarillas, malvas
      como el sol cuando se esconde
      como la luz del fotógrafo
      como tu pelo rojo.

Lo creo, lo siento y lo sé.

Tengo un armario pequeño
un corazón
unas manos
una piel que quiere sentir.

Tengo una mesa vacía
una vergüenza
un silencio
unos ojos que saben llorar.

Tengo dolor, humor, amor
tu mismo dolor
su mismo dolor
y un silencio que me sale del alma.

Abrazo mi almohada de noche
y  espero un amanecer mejor
                              más rojo
                              amarillo y malva
como banderas que ya no están.

Tengo nostalgia de la luz y de las sombras.

Existe el día, Miguel
aquí siguen el sol y los trigos
y el mundo no es cuadrado como tu patio.

El viento.
Siempre me quedará el viento en la cara
Tus ojos
Tu pelo rojo
Mi armario pequeño
Mi mesa vacía
Y mi vergüenza
                 ¿A qué más? 

Bruce Springsteen - Waitin' On A Sunny Day

Elton John - Your Song

Poema de Pedro Salinas

Si no es el mar, sí es su imagen,
su estampa, vuelta, en el cielo.
Si no es el mar, sí es su voz
delgada,
a través del ancho mundo,
en alta voz, por los aires.
Si no es el mar, sí es su nombre
en un idioma sin labios,
sin pueblo,
sin más palabras que ésta:
mar.
Si no es el mar, sí es su idea,
de fuego, insondable, limpia;
y yo,
ardiendo, ahogándome en ella.

Rafael Alberti, El mar. La mar.


   El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
   ¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
   ¿Por qué me desenterraste
del mar?
   En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.
   Padre, ¿por qué me trajiste
acá?

Blas de Otero, En la inmensa mayoría.

Podrá faltarme el aire,
el agua,
el pan,
sé que me faltarán.
 
El aire, que no es de nadie.
El agua, que es del sediento.
El pan... Sé que me faltarán.
La fe, jamás.
Cuanto menos aire, más.
Cuanto más sediento, más.
Ni más ni menos. Más

Mario Benedetti, Lento pero viene

Lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene.

Hoy está más allá
de las nubes que elige
y más allá del trueno
y de la tierra firme.

Demorándose viene
cual flor desconfiada
que vigila al sol
sin preguntarle nada.

Iluminando viene
las últimas ventanas.

Lento pero viene
las últimas ventanas.

Lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene.

Ya se va acercando
nunca tiene prisa
viene con proyectos
y bolsas de semillas
con angeles maltrechos
y fieles golondrinas.

Despacio pero viene
sin hacer mucho ruido
cuidando sobre todo
los sueños prohibidos.

Los recuerdos yacentes
y los recién nacidos.

Lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene.

Ya casi está llegando
con su mejor noticia
con puños con ojeras
con noches y con días.

Con una estrella pobre
sin nombre todavía.

Lento pero viene
el futuro real
el mismo que inventamos
nosotros y el azar.

Cada vez más nosotros
y menos el azar.

Lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene.

Lento pero viene
lento pero viene
lento pero viene.

Árbol de canción, de Federico García Lorca

Caña de voz y gesto,
una vez y otra vez
tiembla sin esperanza
en el aire de ayer.
La niña suspirando
lo quería coger;
pero llegaba siempre
un minuto después.
¡Ay sol! ¡Ay luna, luna!
Un minuto después.
Sesenta flores grises
enredaban sus pies.
Mira cómo se mece
una vez y otra vez,
virgen de flor y rama,
en el aire de ayer.

Zao Wou Ki

Pink Floyd - The great gig in the sky

Poema de Juan Ignacio González

Llueve,
con íntima quietud sobre los lienzos,
persiste la neblina.

Un árbol se retuerce en dura
geometría hacia lo alto
y luego cae en ramas reverentes
en cadencias polícromas al agua.

El cáñamo se puebla del paisaje
de la estación total de los poetas.

Brilla el follaje mágico
entre la luz difusa
de este silencio, Víctor, de esta
calma.

Poema de Antonio Machado

Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canciòn;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabòn.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.

El Cristo de San Juan de la Cruz, Salvador Dalí

Fotografía de Juan Garay

Take This Waltz, de Leonard Cohen

Elegía, de Miguel Hernández

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería).

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

10 de enero de 1936

Miguel Hernández

Guernika, de Picasso

El aragonés errante, de Enrique Bunbury

Presentación

Este museo virtual está dedicado al Artista-Pintor asturiano Víctor Pascual, artista en todos los sentidos, persona afable, padre maravilloso, abuelo aún mejor, esposo fiel, amigo inigualable y SER HUMANO así, con mayúsculas.

En él encontraréis pinturas, canciones, poemas y fotografías que, en mi opinión, se merecen estar en un museo y, en muchos casos, no lo están.

Se admiten sugerencias, pero os advierto que sólo podrán estar aquí las que a él le gusten. Y yo sé las que a él le gustan, aunque nunca os diré cómo lo sé.

Va por él, por mi padre.